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Mensaje a los Sacerdotes 2021 del Patriarca Maronita Rai

  • Foto del escritor: Noticias Maronitas
    Noticias Maronitas
  • 30 mar 2021
  • 4 Min. de lectura



Mensaje a los Sacerdotes 2021

Su Beatitud Bechara Pedro cardenal Rai

Patriarca de Antioquía y de todo Oriente

“Hagan esto en memoria de mía”

(Lucas 22, 19)


A los sacerdotes y a sus Obispos, cabezas de la Iglesia.

Jueves Santo de los Misterios - 1 de abril de 2021


A mis queridos hermanos obispos y sacerdotes del Líbano, del territorio patriarcal y de los países de expansión:


1. Me complace felicitarlos con ocasión del establecimiento de nuestro sacerdocio, ya que nacimos en él con el Misterio de la Eucaristía en aquella Cena Pascual del Señor, conocida como el «Jueves de los Misterios», que precedió a su pasión y muerte, por la Redención del género humano y por la salvación del mundo. Los saludo porque el próximo primero de abril del año en curso celebraremos el Jueves lleno de Misterio y ustedes se reunirán en sus diócesis donde, con sus queridos sacerdotes, forman cada uno de ustedes un solo Cuerpo Sacerdotal, cuya cabeza visible es su obispo, y, juntos, renovarán las promesas sacerdotales de Cristo, cabeza indivisible.


2. Estábamos en la mente del Señor Jesús cuando dijo: «Hagan esto en memoria mía» (Lucas 22,19), seguidas inmediatamente después de las palabras de la santificación eucarística: «Tomen y coman, esto es mi cuerpo que es entregado por ustedes (…). Beban todos de él; porque ésta es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos para remisión de los pecados» (Mateo 26, 26-28).


Desde nuestra ordenación sacerdotal, hemos estado en un vínculo único y excepcional con la Eucaristía. Somos una especie de «con la Eucaristía» y «para la Eucaristía», y en particular «Responsables de la Eucaristía»: cada sacerdote en su comunidad y cada obispo en virtud del cuidado de todas las comunidades que le han sido confiadas. Por eso se nos confía la liturgia eucarística «por el bien de los demás», que esperan de nosotros un testimonio especial para honrarnos y honrar nuestro amor por este Sacramento, para que ellos también puedan ofrecer sus sacrificios espirituales. Así nos damos cuenta de que en esta Divina Liturgia, Cristo continúa, a través, en y con la Iglesia, la obra de nuestra redención por medio de su muerte y resurrección. En consecuencia decimos que quien mantiene la celebración de la Eucaristía es el Cuerpo Místico de Cristo, es decir, Cristo Cabeza y todos los miembros que participan de su sacerdocio, a través del sacerdocio del ministerio sagrado y del sacerdocio común mediante el sacramento del bautismo, para que los frutos de la redención se transmitan «hasta su venida [1 Co 10, 26]» (cf. Compendio del Catecismo del Iglesia Católica 218-220).


3. La Eucaristía: el Sacrificio de la Redención, y Sacrificio del Nuevo Testamento. Son los que Jesús ofreció la noche de su pasión y muerte que hoy les presentamos. Es el único Sacrificio que se nos ha confiado ofrecer todos los días para redimir a todo ser humano y devolverlo a Dios junto con el mundo entero. Esta es la «novedad y la eternidad del pacto de Dios» con el hombre y el pacto del hombre con Dios. Cada uno de nosotros, al celebrar como siervo de este Sacrificio, es el servidor imprescindible para completar con fuerza el acto sacrifical del Señor que recibió en la ordenación. Y con este acto devuelve a los seres a Dios.


En cuanto a todos aquellos que participan en la Eucaristía sin realizar el acto de sacrificio, ofrecen con él, en virtud de su sacerdocio común recibido por el bautismo, sus sacrificios espirituales especiales, representados por el pan y el vino desde el momento en que son presentados en el altar. Este gesto encuentra su expresión en la ofrenda de los sacrificios, con una procesión que permite a los fieles participar espiritualmente en esta ofrenda.


4. Al decir: «Hagan esto en memoria mía hasta que yo vuelva», nuestro Señor Jesucristo estableció los sacramentos de la Santa Cena y del Sacerdocio cuando «en el clímax de su amor por los del mundo alcanzó su punto máximo» (cf. Juan 1, 12). Estableció el sacramento de la Eucaristía para una continuidad verdadera, efectiva y sacramental de su sacrificio de Sangre, de la fiesta de su Cuerpo y Sangre bajo las formas del pan y del vino. Estableció el sacramento del Sacerdocio para que los sacerdotes cumplieran el acto de sacrificio y fiesta, y se sacrificaran a sí mismos, como éste, por el bien de la hermandad. El apóstol Juan recibió esta enseñanza y escribió: «En esto hemos conocido el amor: en que él dio su vida por nosotros. Por eso también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos (1 Juan 3, 16). Los santos padres enseñaron que un sacerdote es «sacerdote y sacrificio».


5. En estas difíciles circunstancias impuestas por la pandemia del coronavirus, la crisis económica, monetaria y existencial, su dolor y nuestro dolor aumentan con nuestra gente hambrienta, privada de dinero, de pan, de alimentos y de medicinas. También conocemos su preocupación por esta situación y el deber que tiene con sus familias.


Saludo a mis queridos hermanos obispos y arzobispos que, a su manera, logran asegurar salarios, aunque sea poco para sus sacerdotes, tras el cierre de las iglesias, además de la pobreza de nuestro pueblo. Gracias a la cooperación existente entre la Sede Patriarcal, las eparquías, las órdenes monásticas, las instituciones maronitas y las organizaciones caritativas como la Asociación Cáritas-Líbano y sus homólogas, además de las diócesis de expansión y de los pueblos dispersos, con quienes estamos trabajando para coordinar el servicio de caridad social en todas las tierras libanesas a través de la Fundación «La Vid» (Fundación Karma) y contribuir a disminuir sus sufrimientos.


Juntos oramos para que Dios nos asista para mantenernos firmes hasta que todas las tormentas y vientos que azotan el barco de la Iglesia y de la patria disminuyan.


El misterio de nuestra salvación no se detuvo con la muerte de Cristo Redentor en aquel Viernes Santo, sino que alcanzó la gloria de su resurrección en el Domingo resplandeciente. «Si no fuera por la resurrección de Cristo, seríamos los más miserables de todos los hombres» (Cfr 1 Co 15,19).


¡Cristo ha resucitado! ¡Realmente ha resucitado!


Presentado en nuestra cátedra de Bkerke, el 30 de marzo de 2021.


+ Bechara Pedro cardenal Rai

Patriarca de Antioquía y de todo Oriente


 
 
 

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